lunes, 25 de agosto de 2014

Finales y principios

Empecé a escribir este blog pensando en septiembre. Después del 15 de agosto, al menos en el norte, todo se vuelve septiembre, y aunque mi vida ahora es muy distinta, vuelve el aroma de la tiza, de las páginas nuevas de los libros nuevos, y el apresto del baby recién comprado. 
Queda una semana para que sea septiembre, y no sé por qué, aunque en mi calendario las fechas se escriben con otros números, este año me apremia la necesidad de empezar. Igual porque esa es mi forma de terminar otras cosas, de marcar un hastaaquíhemosllegado con los días y los temores, y los desánimos. 

jueves, 21 de agosto de 2014

Lo que da miedo, y sin embargo

Hay señales de que el maltrato existe. Escribir la palabra que sugiere golpes y moratones, preludios tantas veces de una muerte, ya es una valentía, porque cómo va a ser maltrato eso que ocurre simplemente, sus enfados, si es solo que... Cómo va a maltratarte ese hombre del que estás colgada por el que vives desde ya hace varios años, maestro en el suministro de la dosis exacta de amor. Eso les pasa a las demás. A las que no son fuertes, a las que no han leído a Simone de Beauvoir. No a ti, claro.
Y sin embargo, repasas la lista de los 21 indicadores de que ese maltrato psicológico se está dando, y te aterra pensar que en tu caso podría cumplirse prácticamente todo.
Y ahí sigues. Tan lista. Porque como los adictos más irrecuperables, tú controlas. Y además, qué coño, cuando se le pase será encantador. Cuando se le pase y deje de castigarte con el silencio, y eso con suerte, será después de que tú te hayas humillado mil veces para que te perdone esa falta tan imperdonable de haberle llevado la contraria, o de haber pronunciado una frase con un tono sospechoso, o haber mirado a alguien unas décimas de segundo más de lo que parecería decente, cuando se le pase, volverá a ser un tipo encantador. Y tú seguirás viviendo en esa mentira que es la felicidad.
Claro.


miércoles, 20 de agosto de 2014

Los prólogos, las vísperas

Antes, hace mucho tiempo, si el libro que empezaba a leer tenía prólogo, me lo saltaba indefectiblemente. Me sobraban las consideraciones previas y quería sumergirme de cabeza en lo que ocurría en las páginas. Y lo de los libros es solo una metáfora del resto de la vida.
Ahora, que los años comienzan a ser una montaña que no sé cómo diablos se ha formado sin que yo me enterara, observo sorprendida que no tengo particular interés en lanzarme de cabeza al meollo de los asuntos, sean las páginas de un libro o la vida en sí, que al fin y al cabo, viene a ser lo mismo. Y ya hace tiempo que empiezo a disfrutar de las vísperas, de ese tiempo que muchas veces supera incluso a lo que se aguarda, porque nuestras expectativas están intactas. 
Lo pienso esta mañana, que es agosto, pero ya no lo es: la lluvia mojando el paseo marítimo, la grisura insobornable del cielo, y pienso en septiembre, me adelanto al placer de los comienzos, vivo estos días de víspera como si realmente lo que espero fuera la gran fiesta, la magia absoluta, lo que también, seguramente, nunca podrá superar al placer con el que adelanto su llegada.


"Awaiting his* Return"
William Ladd Taylor - 1900

martes, 19 de agosto de 2014

Empezamos aún antes de empezar


Incluso antes de aquí, con un intento tan fugaz como fallido en otra plataforma.

Entonces (y fue ayer) decía que tampoco soy la que aquí vais a ver, o a leer. Tampoco los dedos que teclean conocen del todo a la que de verdad soy. Siempre somos fragmentos que se ofrecen, según y cómo y según a quién.
Nadie nos tiene enteras, porque a nadie nos damos. Solo una muestra. Solo un pedazo. Solo la imagen más favorecedora del selfie.
Solo cuando somos anónimos. Tal vez entonces. Tal vez tampoco.

Y sin embargo, siempre, esa necesidad tan enorme de mostrarnos, de enseñar siquiera el tobillo oculto bajo la falda  y las enaguas victorianas. De enseñar el diminuto fragmento en que de verdad somos quienes creemos ser.

Y a lo mejor arrepentirnos de inmediato por la falta de pudor.